domingo, 24 de marzo de 2013

LA REVOLUCIÓN

La propaganda enemiga había sido difundida entre  el año 1915, y desde 1916 se volvió cada vez más intensa, para transformarse finalmente, desde principios de 1918, en una ola arrolladora. Se podía, entonces, a cada paso, reconocer los efectos de esta conquista de las almas. El ejército alemán aprendía a pensar rápidamente de acuerdo con lo que el enemigo deseaba. Nuestra respuesta, por el contrario, fallaba estrepitosamente. Entre los cuadros de mando del Ejército existía también la idea de aceptar la lucha en esos términos. Bajo el punto de vista psicológico, se cometió un error, dejando que esas aclaraciones se desarrollasen en el seno del propio Ejército. Para haber sido eficientes deberían haber venido de la Nación. Sólo entonces se hubiese asegurado su éxito entre hombres que desde hacía cuatro años escribían para la historia de su Patria páginas inmortales, de inigualables hechos heroicos, logrados en medio de las mayores dificultades y privaciones. Lo mismo ocurría en los frentes de batalla, donde reinaba el silencio absoluto entre las tropas aliadas. Esos señores habían perdido de repente la insolencia. También para ellos las cosas comenzaron lentamente a aparecer bajo una luz desagradable. Su actitud interna con relación al soldado alemán se había modificado. Hasta entonces, nuestros soldados eran considerados como locos a quienes esperaba una derrota segura.




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