Así peregrinan los hombres
en el jardín de la Naturaleza y se imaginan saberlo
y conocerlo todo, pasando,
con muy pocas excepciones, como ciegos junto a uno de los
más trascendentales principios de la
vida: el aislamiento de las especies entre sí.
El papel del más fuerte es dominar. No se debe mezclar
con el más débil, sacrificando así su propia grandeza.
Solamente un débil de nacimiento podrá ver en eso una crueldad,
lo que se explica por su
complexión débil y limitada. Cierto es que, si
tal ley no prevaleciese, sería imposible pensar en cualquier perfeccionamiento
en el desarrollo de los seres vivos
en general.
Ese instinto que actúa en
toda la Naturaleza, esa tendencia ala purificación racial, tiene como consecuencia no sólo levantar
una barrera poderosa
entre cada raza y el mundo exterior, sino también mantener las disposiciones naturales, La diferencia sólo podrá residir en ciertas
variaciones de su fuerza, robustez,
agilidad o resistencia, verificada en cada uno individualmente. Nunca se supondrá, sin embargo,
a una raposa manifestando a un ganso sentimientos humanitarios, de la misma manera que no existe un gato con tendencia favorable a un ratón.
Si, por una parte, la Naturaleza desea poco la asociación individual de los más débiles con los más fuertes, menos
todavía la fusión de una raza superior con una inferior. Eso se traduciría en un golpe casi
mortal dirigido contra todo su trabajo ulterior de perfeccionamiento, ejecutado tal
vez a través de centenas de milenios.
También la historia humana ofrece innumerables ejemplos de este orden.
También la historia humana
ofrece innumerables ejemplos de
este orden, ya que demuestra
con asombrosa claridad que toda mezcla de sangre aria con la de pueblos inferiores tuvo por resultado
la ruina de la raza de cultura superior. La América del Norte, cuya población se compone en su mayor parte de elementos
germanos, que se mezclaron sólo en mínima escala con los pueblos de color, racialmente inferiores, representa un mundo étnico y una civilización diferente de lo que son los pueblos
-de la América Central y la del Sur, países en los cuales los emigrantes,
principalmente de origen latino, se mezclaron en gran
escala con los elementos aborígenes. Este solo ejemplo permite
claramente darse
cuenta del
efecto producido por la mezcla
de razas.
El elemento germano de la América del Norte, que racialmente conservó su pureza, se ha convertido
en el señor del continente americano y mantendrá esa posición mientras no caiga en la ignominia
de mezclar su sangre.
En pocas palabras, el resultado del cruzamiento de razas es, por tanto, siempre el
siguiente:
a) Rebajamiento del nivel de la raza más fuerte;
b) Regresión física e intelectual y, con ello, el comienzo de una enfermedad que avanza lenta, pero segura.
Provocar
semejante cosa
es un atentado contra la voluntad
del
Creador. El castigo también
corresponde al pecado. Tratando
de rebelarse contra la lógica férrea de la Naturaleza, el hombre entra en conflicto con los principios fundamentales a los que él mismo debe exclusivamente su existencia en el seno de la Humanidad. De ese modo,
ese procedimiento
de pugna contra
las leyes de la Naturaleza sólo le puede
conducir a su propia ruina. Es oportuno repetir la afirmación del pacifista
moderno, tan estúpida como genuinamente judaica
en su petulancia: "¡El
hombre vence a la propia
Naturaleza!".
el hombre no inventa, sino que
descubre lo ya existente; es decir, él no domina la Naturaleza. Por tanto, primero la lucha, después, tal vez, el pacifismo. En el caso contrario,
la Humanidad habría pasado el punto culminante
de su desarrollo resultando, al final, no el
imperio de cualquier idea moral, sino la barbarie y la confusión
Todo cuanto hoy admiramos en el mundo - ciencia y arte, técnica
e inventos- no es otra cosa que el producto de la
actividad creadora de un número reducido de pueblos y quizá, en sus orígenes, hasta de una
sola raza. Todas las grandes
culturas. del pasado
cayeron
en
la
decadencia
debido únicamente a que la raza de la cual habían surgido envenenó su sangre. La causa
última desemejante decadencia
fue siempre el hecho de que el hombre olvidó que toda cultura depende de él y no viceversa; que para conservar una cultura definida, el hombre
que la construyó también precisa
ser conservado.
"la Naturaleza desea poco la asociación individual de los más débiles
con los más fuertes, menos todavía la fusión de una raza superior con una inferior."
Adolf Hitler.
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