domingo, 7 de abril de 2013

EL MOVIMIENTO NACIONALSOCIALISTA.

WELTANSCHAUUNG Y PARTIDO.

El 24 de febrero de 1920, se dieron las directrices  y líneas principales de una lucha cuya finalidad era barrer el estercolero de ideas y puntos de vista obsoletos, así como los objetivos perniciosos vigentes. En el putrefacto y acobardado mundo burgués, y frente al cortejo triunfal de la ola marxista en movimiento, debía aparecer una nueva fuerza para detener, a última hora, el carro del Destino.
Era natural que el nuevo Movimiento pudiese esperar asumir la importancia necesaria y obtener la fuerza requerida para su gigantesca lucha, únicamente en el caso de que desde el primer momento lograra despertar, en el alma de sus partidarios, la sagrada convicción de que este movimiento no significaba imponer a la vida política un nuevo lema electoral, sino hacer que una concepción ideológica distinta, de trascendencia capital, llegara a triunfar. Los parlamentarios hicieron la última asamblea popular, que sólo se renovará cinco años más tarde; y, abandonando la domesticación de la plebe, se entregan al desempeño de sus altas y agradables funciones. Se disuelve la "comisión del programa" y la lucha por la reforma de las instituciones reviste de nuevo la modalidad de lucha por el querido pan nuestro de cada día, por la "dieta", como la llaman los diputados. El "señor representante del pueblo", elegido por un período de cinco años, se encamina todas las mañanas al Congreso y llega por lo menos hasta la antesala, donde encuentra la lista de asistencia. Sacrificándose por el bienestar del pueblo, inscribe allí su ilustre nombre y toma, a cambio de ello, la muy merecida dieta que le corresponde como insignificante recompensa por éste, su continuado y agobiante trabajo.Al finalizar el cuarto año de su mandato, o también en otras horas críticas, cuando se aproxima la fecha de la disolución del Parlamento, invade súbitamente a los señores diputados un inusitado impulso y las orugas parlamentarias salen, cual mariposas de su crisálida, para ir volandoal seno del "querido" pueblo.
El marxismo marchará con la democracia hasta que consiga, por vía indirecta, sus fines criminales: obtener el apoyo del espíritu nacional y luego proceder a su extirpación. Si el marxismo vislumbrara que nuestra democracia parlamentaria es un peligro que podría repentinamente producir una mayoría que incluso apoyara una legislación que se enfrentase seriamente al marxismo, entonces, abandonaría su ilusión parlamentaria y los portaestandartes de la Internacional roja, en lugar de un llamamiento a la conciencia democrática, dirigirían una incendiaria proclama a las masas proletarias y la lucha se trasplantaría inmediatamente del aire viciado de las salas de sesiones de nuestros parlamentarios a las fábricas y las calles.
La democracia quedaría después liquidada; y lo que no consiguiera la habilidad intelectual de los "apóstoles del pueblo" lo conseguirían, con la rapidez del relámpago, como sucedió en el otoño de 1918, la avalancha y el martillo de las excitadas masas proletarias. Eso enseñaría elocuentemente al mundo burgués cómo es de insensato el imaginar que, con los recursos de la democracia liberal, es posible resistir a la conquista judaica del mundo. La lucha política, en todos los partidos que se dicen de orientación burguesa, se reduce en verdad a la sola disputa de es caños parlamentarios, en cuanto que las convicciones y los principios se echan por la borda cual lastre; los programas políticos están adaptados, por cierto, a tal estado de cosas. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario