viernes, 3 de mayo de 2013

LA PERSONALIDAD Y LA CONCEPCIÓN NACIONAL SOCIALISTA DEL ESTADO.

Si el Estado Nacionalsocialista y Racista tiene como su más importante finalidad la formación y educación del pueblo, como soporte del mismo, es obvio que no basta solamente con favorecer a los elementos raciales en sí y educarlos para la vida práctica. Sería una locura querer medir el valor de los hombres por la raza y declarar la guerra al principio marxista según el cual "un hombre es siempre igual a otro", si no estuviésemos resueltos a extraer de nuestra concepción las últimas consecuencias, la afirmación de que los pueblos no son iguales incluye la idea de que tampoco lo son entre sí todos los individuos de una Nación, porque, aunque en general sean semejantes, en lo particular se observan millares de pequeñas diferencias.
    Una ideología que, rechazando el principio democrático de la masa, aspira a consagrar este mundo en favor de los mejores, es decir, del hombre superior, está lógicamente obligada a reconocer también el principio aristocrático de la selección dentro de cada Nación, garantizando así el gobierno y la máxima influencia de los más capacitados en sus respectivos pueblos. Esta concepción se funda en la idea de la personalidad y no en la de la mayoría. Ha entendido muy superficialmente y nada sabe de lo que nosotros llamamos una Ideología  (Weltanschauung),  aquél  que  cree  que  un  Estado  Nacionalsocialista  se distingue de otros Estados en el aspecto puramente social, o por efecto de una mejor estructuración de su vida económica; es decir, por virtud de una distribución más equitativa entre riqueza y pobreza, o por el papel más influyente de la gran masa social en el proceso económico de la Nación o, por último, mediante salarios justos, que traten de anular un sistema de diferencias demasiado grandes. Quien así pensare, repito, se encontrará en un gran error y probará no tener la menor idea de lo que entendemos por una verdadera Concepción del Mundo. Todo aquello no ofrece la verdadera seguridad de subsistencia ni, menos aún, de grandiosidad.
     Lo que visiblemente liberó al hombre del mundo animal, fue su capacidad de hacer descubrimientos. Muchos de esos descubrimientos se basaban en el ingenio, cuyo uso facilitó la lucha por la supervivencia y el éxito en la misma. Una  segunda  iniciativa  vino  a  complementar  la  primera:  el  hombre  había aprendido a poner, al servicio de su lucha por la existencia, otros elementos y hasta seres vivientes; y he aquí cómo nació la verdadera actividad creadora del hombre, cuyos frutos constituyen la realidad que ahora experimentamos por doquier, los inventos materiales.
      La ideología Nacionalsocialista tiene que diferenciarse fundamentalmente de la del marxismo en el hecho de reconocer, no sólo el valor de la raza. sino también la significación de la personalidad, constituyendo ambas las columnas principales de toda su estructura. Ésos son los factores básicos en su manera de concebir el mundo, si el Estado no comprendiese la importancia fundamental de la verdad, no tendría el carácter moral para hablar de una nueva doctrina. De ahí resultan las siguientes nociones:
“La mejor Constitución Política de un Estado y su forma de gobierno es aquella que, con la seguridad más natural, lleva a situaciones de importancia preponderante y de influencia directriz a los más calificados elementos de la comunidad nacional.”
            La razón por la que el Ejército Prusiano se pudo transformar en un admirable instrumento de grandeza del pueblo alemán es que, en sentido figurado, aquél representa el edificio de nuestra organización nacional: autoridad y responsabilidad. El Estado se dividirá en dos cámaras: Cámaras Políticas y Cámaras Profesionales. En Cámara ni Senado alguno tendrá lugar jamás una votación, porque son organizaciones de trabajo y no máquinas de sufragio. Cada miembro tiene voto consultivo, pero no voto de decisión, el cual es sólo atributo del respectivo Presidente responsable.
            De ahí que el Movimiento Nacionalsocialista tiene que identificarse, ya en la actualidad, con tales ideas y llevarlas a la práctica dentro de su propia organización, a fin de que, en el momento dado, se encuentre en condiciones no únicamente de señalarle al Gobierno esas mismas directivas, sino también de poner a disposición de éste el cuerpo ya conformado de su tipo ideal de Estado.

sábado, 13 de abril de 2013

SÚBDITOS Y CIUDADANOS.


En general, la institución que hoy erróneamente se llama "Estado" distingue sólo dos clases de individuos: los ciudadanos y los extranjeros. Ciudadanos son aquellos que, en virtud de su nacimiento o por efecto de su naturalización, poseen los derechos de la ciudadanía. Extranjeros son todos los que gozan de semejantes derechos en otro Estado. También existen los que se pueden denominar "cometas", que no pertenecen a ningún Estado y que, por eso, no tienen el derecho de ciudadanía.
El derecho de ciudadanía se adquiere, en primer lugar, como ya se ha dicho anteriormente, por haber nacido el individuo dentro de la circunscripción territorial de un Estado. Los aspectos de raza y de nacionalidad de origen no juegan papel alguno. Un negro, por ejemplo, procedente de un protectorado colonial alemán, con residencia fija en Alemania, engendrará, según ese criterio, un "ciudadano alemán", del mismo modo que todo niño judío, polaco, africano o asiático, nacido en Alemania, puede ser declarado, sin mayor trámite, ciudadano de este país.
Aparte del derecho a la ciudadanía por nacimiento, ese mismo derecho también es susceptible de adquirirse más tarde. Esa naturalización está condicionada a varias exigencias. Por ejemplo, las siguientes: el candidato no deberá ser un asaltante de moradas, ni un sospechoso para la policía; no tomará parte activa en política; esto es, será un imbécil. No será peligroso para su nueva Patria. Naturalmente, lo más importante en esta época de "realismo" es la situación financiera del candidato. Es una recomendación importante  presentarse  como  un  posible  futuro  contribuyente  para  garantizar  la adquisición del derecho de ciudadanía en los tiempos que corren.
Los argumentos de raza no sirven para nada en este caso.
Todo el proceso de tal sistema de "ciudadanización" no es muy diferente del trámite prescrito para el ingreso de un nuevo miembro en un club de automovilistas. El candidato  formula  su  petición  y,  un  día,  por  medio  de  un  "oficio",  llega  a  su conocimiento la noticia de que está considerado ciudadano alemán. Se participa al cafre en cuestión que "con aquel oficio se ha vuelto ciudadano alemán".
Ese "pase mágico" puede hasta preparar a un Presidente de la República. Lo que los cielos no consiguen hacer, lo hace un anónimo funcionario, mientras el diablo se muere de risa. la simple plumada de un burócrata basta para hacer de cualquier mongol un "alemán auténtico".
No es que solamente se omita considerar el origen racial de semejante nuevo ciudadano, sino que hasta se prescinde de tomar en cuenta su estado de salud corporal. Nada importa que el sujeto esté más o menos carcomido por la sífilis. Para el Estado actual, él es bienvenido como conciudadano, siempre que no sea una carga económica o un peligro político.
El ciudadano alemán sólo se diferencia del extranjero en que le están abiertas las puertas para los cargos públicos y, eventualmente, está sujeto al Servicio Militar y puede votar, o ser elegido en las elecciones. En eso radica toda la diferencia. En cuanto a la protección de los derechos personales y de la libertad, la situación de los extranjeros es idéntica a la de los alemanes y, a veces, mejor. Por lo menos, eso es lo que sucede en la

República Alemana de hoy.
Bien sé que todo esto se oye con desagrado; pero difícilmente podrá imaginarse la existencia de algo que sea más ilógico y más absurdo que nuestro actual derecho de ciudadanía.
Existe  una  Nación  extranjera  en  la  cual  se  deja  ya  sentir,  por  lo  menos tímidamente, la iniciación de un mejor criterio: es en los Estados Unidos de América, donde se nota el empeño de buscar en este orden el consejo de la razón.
Al prohibir terminantemente la entrada en su territorio de inmigrantes afectados de enfermedades infecto-contagiosas y excluir de la naturalización, sin reparo alguno, a los elementos de determinadas razas, los EE.UU. reconocen en parte el principio que fundamenta la concepción racial del Estado Nacionalsocialista.
El Estado Racista clasifica a sus habitantes en tres grupos: ciudadanos, súbditos y extranjeros.
En principio, el hecho de nacer en territorio alemán no supone más que la calidad de súbdito, calidad que como tal no capacita para investir cargos públicos, ni menos para actuar en política, sea activa o pasivamente.
Es fundamental establecer la raza y la nacionalidad original de cada súbdito. Según los casos, se puede pasar de esa situación a la de ciudadano del país, dependiendo, eso sí, de su nacionalidad original.
El extranjero es diferente del súbdito.
El súbdito joven de nacionalidad alemana tiene que realizar el ciclo de instrucción escolar,  que  es  obligatorio  para  todos  los  alemanes.  De  este  modo  se  somete  a  la educación que conforma el carácter de todo connacional alemán, consciente de. su raza y de su Patria. Después deberá cumplir con los requisitos de entrenamiento físico que prescribe el Estado, para ingresar finalmente en el servicio del Ejército. El Servicio Militar es obligatorio. Debe abarcar a todos los alemanes, a fin de prepararlos física y espiritualmente para las posibles exigencias de combate.
Concluido su Servicio Militar, al joven digno le será entregada en forma solemne la Carta de Ciudadanía, que para él vendrá a constituir el título más valioso de su vida terrenal. Con esto ingresa en el goce de todos los derechos ciudadanos y de los privilegios inherentes, pues el Estado debe hacer una cortante diferenciación entre los que, como hijos del país, son los que sostienen y defienden su existencia y su grandeza, y aquellos elementos que se establecen en el territorio de un Estado con fines simplemente utilitaristas.
La concesión del título de ciudadano exige un solemne juramento con relación a la colectividad y al Estado.
En ese título debe figurar: ser ciudadano de este Reich, aunque sea como barrendero, tendrá que conceptuarse más digno que ser Rey en un Estado extranjero.
El ciudadano alemán es privilegiado con relación al extranjero. No obstante, ese rango de dignidad impone sagrados deberes. A los hombres deshonestos o faltos de carácter, a los criminales,  a  los  traidores  a  la  Patria,  etcétera,  podrá  privarles  del  honor  de  la ciudadanía y hacer que vuelvan a la categoría de simples súbditos.
La  joven  alemana  tiene  la  condición  de  súbdito  y  adquiere  el  derecho  de ciudadanía por virtud del matrimonio. El Estado puede también conceder ese derecho a las mujeres alemanas que vivan del ejercicio autorizado de una profesión u oficio.



miércoles, 10 de abril de 2013

EL ESTADO


Ya en los años de 1920 y 1921, los círculos anticuados de la burguesía, acusaron incesantemente a nuestro movimiento de mantener una posición negativa frente al Estado actual, y de esta acusación la politiquería partidista de todos los sectores hizo derivar el derecho de iniciar, por todos los medios, la lucha opresora contra la joven e incómoda protagonista de una nueva concepción ideológica. Se había olvidado de que el mismo burgués de nuestros días era ya incapaz de imaginar bajo el concepto “Estado” un organismo homogéneo y tampoco existía, ni podía existir, una definición concreta para el mismo. A esto se agrega que en nuestras universidades, suelen haber a menudo “difundidores” en forma de catedráticos de Derecho Público, cuya “suprema tarea” consiste en elucubrar explicaciones e interpretaciones sobre la existencia del Estado al cual deben el pan cotidiano. En términos generales, se puede distinguir tres criterios diferentes:

a) El grupo de los que ven en el Estado simplemente una asociación, más o menos espontánea, de gentes sometidas al poder de un gobierno. En el solo hecho de la existencia de un Estado, radica, para ellos, una sagrada inviolabilidad. En un abrir y cerrar de ojos, se transforma en la mentalidad de esas gentes el medio en un fin.

b) El segundo, no admite que la autoridad del Estado represente la única y exclusiva razón de ser de éste, sino que, al mismo tiempo, le corresponde la misión de fomentar el bienestar de sus súbditos. La idea de “libertad”, libertad generalmente mal entendida, se intercala en la concepción que esos círculos tienen del Estado. La forma de gobierno ya no parece inviolable por el solo hecho de su existencia; se la analiza más bien desde el punto de vista de su conveniencia.

c) El tercer grupo cree ver en el Estado un medio para la realización de tendencias imperialistas, a menudo vagamente formuladas dentro de este Estado, de un pueblo homogéneo y del mismo idioma. En los últimos cien años cómo infinidad de veces, pero con la mejor buena fe, se jugó con la palabra “germanizar”. En su juventud precisamente esta palabra sugería ideas falsas. En los círculos pangermanistas mismos, se podía escuchar, en aquellos tiempos, la absurda opinión de que en Austria, los alemanes, llegarían buenamente a conseguir la germanización de los eslavos de dicho país. Es un error casi inconcebible creer que, por ejemplo, un negro o un chino se convierten en germanos porque aprendan el idioma alemán y estén dispuestos en lo futuro a hablar la nueva lengua o dar su voto por un partido político alemán.

La raza, no estriba precisamente en el idioma, sino en la sangre, se podría hablar de una germanización sólo en el caso de que, mediante tal proceso, se lograse cambiar la sangre de los sometidos, lo cual constituiría no obstante, un descenso del nivel dela raza superior. Que enorme es ya el daño que, indirectamente, se ha ocasionado a nuestra nacionalidad.

Lo que a través de la historia pudo germanizarse provechosamente, fue el suelo que nuestros antepasados conquistaron con la espada y que colonizaron después con campesinos alemanes. Y si allí se infiltró sangre extraña en el organismo de nuestro pueblo, no se hizo más que contribuir con ello a la funesta disociación de nuestro carácter nacional, lo cual se manifiesta en el lamentable súper individualismo de muchos.

Por eso el primer deber de un nuevo movimiento de opinión, basado sobre la ideología racista, es velar porque el concepto que se tiene del carácter y de la misión del Estado adquiera una forma clara y homogénea. No es el Estado en sí el que crea un cierto grado cultural; el Estado puede únicamente cuidar de la conservación de la raza de la cual depende esa cultura.

En consecuencia, es la raza y no el Estado lo que constituye la condición previa de la existencia de una sociedad humana superior.

Las naciones o mejor dicho las razas que poseen valores culturales y talento creador, llevan latentes en sí mismas. De eso se infiere también que es una temeraria injusticia presentar a los germanos de la época anterior al cristianismo como hombres “sin cultura”, es decir, bárbaros, cuando jamás lo fueron, pues el haberse visto obligados a vivir bajo condiciones que obstaculizaron el desenvolvimiento de sus energías creadoras. Pero la innata fuerza creadora de cultura que poseía el germano, puede atribuirse únicamente a su origen nórdico.

Nosotros los nacionalsocialistas, tenemos que establecer una diferencia rigurosa entre el Estado, como recipiente y la raza como su contenido. El recipiente tiene su razón de ser sólo cuando es capaz de abarcar y proteger el contenido; de lo contrario, carece de valor.

El fin supremo de un Estado racista, consiste en velar por la conservación de aquellos elementos raciales de origen que, como factores de cultura, fueron capaces de crear lo bello ylo digno inherente a una sociedad humana superior. Nosotros, como arios, entendemos el Estado como el organismo viviente de un pueblo que no sólo garantiza la conservación de éste, sino que lo conduce al goce de una máxima libertad, impulsando el desarrollo de sus facultades morales e intelectuales.

Nosotros los nacionalsocialistas, sabemos que, estamos colocados en el mundo actual en un plano revolucionario y llevamos, por tanto, el sello de esta revolución. Mas, nuestro criterio y nuestra manera de actuar, no deben depender, en caso alguno, del aplauso o de la crítica de nuestros contemporáneos, sino, simplemente, de la firme adhesión a la verdad. Si nos preguntásemos cómo debería estar constituido el Estado que nosotros necesitamos, tendríamos que precisar, ante todo, la clase de hombres que ha de abarcar y cual es el fin al que debe servir. Desgraciadamente nuestra nacionalidad ya no descansa sobre un núcleo racial homogéneo. El proceso de la fusión de los diferentes componentes étnicos originarios, no está tampoco tan avanzado como para poder hablar de una nueva raza resultante de él. Por el contrario, los envenenamientos sanguíneos que sufrió el organismo nacional alemán, en particular a partir de la guerra de los Treinta años, vinieron a alterar la homogeneidad de nuestra sangre y también de nuestro carácter. Las fronteras abiertas de nuestra patria al contacto de pueblos vecinos no germanos, a lo largo de las zonas fronterizas, y ante todo el infiltra miento directo de sangre extraña en el interior del Reich, no dan margen, debido a su continuidad, a la realización de una fusión completa. Al pueblo alemán le falta aquel firme instinto gregario que radica en la homogeneidad de la sangre y que en los trances de peligro inminente salvaguarda a las naciones de la ruina.

El Reich alemán, como Estado, tiene que abarcar a todos los alemanes e imponerse la misión, son sólo de cohesionar y de conservar las reservas más preciadas de los elementos raciales originarios de este pueblo, sino también, la de conducirlos, lenta y firmemente, a una posición predominante.
Es un hecho que, cuando en una nación, con una finalidad común, un determinado contingente de máximas energías se segrega definitivamente del conjunto inerte de la gran masa, esos elementos de selección llegarán a exaltarse a la categoría de dirigentes del resto.

Todo cruzamiento de razas conduce fatalmente, tarde o temprano, a la extinción del producto híbrido mientras en el ambiente coexista, en alguna forma de unidad racial, el elemento cualitativamente superior representado en este cruzamiento. En esto se dunda el proceso de la regeneración natural que, aunque lentamente, contando con un núcleo de elementos de raza pura y siempre que haya cesado la bastardización, llega a absorber, poco a poco, los gérmenes del envenenamiento racial.

Un estado de concepción racista, tendrá en primer lugar, el deber de librar al matrimonio del plano de una perpétua degradación racial y consagrarlo como la institución destinada a crear seres a la imagen del Señor y no monstruos, mitad hombre, mitad mono. Es deber del Estado racista, reparar los daños ocasionados en este orden. Tiene que comenzar por hacer de la cuestión raza el punto central de la vida general. Tiene que velar por la conservación de su pureza y tiene también que consagrarse al niño como al tesoro más preciado de su pueblo.

Ningún adolescente, sea varón o mujer, deberá dejar la escuela antes de hallarse plenamente compenetrado con lo que significa la puridad de la sangre y su necesidad. Además, esta educación, desde el punto de vista racial, tiene que alcanzar su perfección en el servicio militar, es decir, que el tiempo que dure este servicio hay que considerarlo como la etapa final del proceso normal de la educación del alemán en general. El Estado tiene la obligación de seleccionar del conjunto del pueblo, con máximo cuidado y suma minuciosidad, aquel material humano notoriamente dotado de capacidad por la naturaleza, para luego utilizarlo en servicio de la colectividad.

Cuídese mucho de saber apreciar debidamente la fuerza de un ideal.

domingo, 7 de abril de 2013

EL MOVIMIENTO NACIONALSOCIALISTA.

WELTANSCHAUUNG Y PARTIDO.

El 24 de febrero de 1920, se dieron las directrices  y líneas principales de una lucha cuya finalidad era barrer el estercolero de ideas y puntos de vista obsoletos, así como los objetivos perniciosos vigentes. En el putrefacto y acobardado mundo burgués, y frente al cortejo triunfal de la ola marxista en movimiento, debía aparecer una nueva fuerza para detener, a última hora, el carro del Destino.
Era natural que el nuevo Movimiento pudiese esperar asumir la importancia necesaria y obtener la fuerza requerida para su gigantesca lucha, únicamente en el caso de que desde el primer momento lograra despertar, en el alma de sus partidarios, la sagrada convicción de que este movimiento no significaba imponer a la vida política un nuevo lema electoral, sino hacer que una concepción ideológica distinta, de trascendencia capital, llegara a triunfar. Los parlamentarios hicieron la última asamblea popular, que sólo se renovará cinco años más tarde; y, abandonando la domesticación de la plebe, se entregan al desempeño de sus altas y agradables funciones. Se disuelve la "comisión del programa" y la lucha por la reforma de las instituciones reviste de nuevo la modalidad de lucha por el querido pan nuestro de cada día, por la "dieta", como la llaman los diputados. El "señor representante del pueblo", elegido por un período de cinco años, se encamina todas las mañanas al Congreso y llega por lo menos hasta la antesala, donde encuentra la lista de asistencia. Sacrificándose por el bienestar del pueblo, inscribe allí su ilustre nombre y toma, a cambio de ello, la muy merecida dieta que le corresponde como insignificante recompensa por éste, su continuado y agobiante trabajo.Al finalizar el cuarto año de su mandato, o también en otras horas críticas, cuando se aproxima la fecha de la disolución del Parlamento, invade súbitamente a los señores diputados un inusitado impulso y las orugas parlamentarias salen, cual mariposas de su crisálida, para ir volandoal seno del "querido" pueblo.
El marxismo marchará con la democracia hasta que consiga, por vía indirecta, sus fines criminales: obtener el apoyo del espíritu nacional y luego proceder a su extirpación. Si el marxismo vislumbrara que nuestra democracia parlamentaria es un peligro que podría repentinamente producir una mayoría que incluso apoyara una legislación que se enfrentase seriamente al marxismo, entonces, abandonaría su ilusión parlamentaria y los portaestandartes de la Internacional roja, en lugar de un llamamiento a la conciencia democrática, dirigirían una incendiaria proclama a las masas proletarias y la lucha se trasplantaría inmediatamente del aire viciado de las salas de sesiones de nuestros parlamentarios a las fábricas y las calles.
La democracia quedaría después liquidada; y lo que no consiguiera la habilidad intelectual de los "apóstoles del pueblo" lo conseguirían, con la rapidez del relámpago, como sucedió en el otoño de 1918, la avalancha y el martillo de las excitadas masas proletarias. Eso enseñaría elocuentemente al mundo burgués cómo es de insensato el imaginar que, con los recursos de la democracia liberal, es posible resistir a la conquista judaica del mundo. La lucha política, en todos los partidos que se dicen de orientación burguesa, se reduce en verdad a la sola disputa de es caños parlamentarios, en cuanto que las convicciones y los principios se echan por la borda cual lastre; los programas políticos están adaptados, por cierto, a tal estado de cosas. 


sábado, 6 de abril de 2013



LA PRIMERA FASE DEL DESARROLLO DEL PARTIDO OBRERO ALEMÁN NACIONALSOCIALISTA


 

  El problema de la reconstitución del poderío político de Alemania fue según Hitler, una cuestión primordial que afectaba al saneamiento de su instinto de conservación nacional y esto porque la experiencia demuestra que toda política exterior de acción preparatoria, así como la valorización de un Estado, dependen en menor escala de los elementos bélicos disponibles que de la capacidad de resistencia moral, ya evidenciada o simplemente supuesta, de una nación.
   
   La importancia que adquiere un país como aliado se valora por la notoria presencia de un vibrante espíritu de conservación nacional y de un heroísmo hasta el sacrificio, y no por la simple posesión material de elementos bélicos inanimados, pues, una alianza no se pacta con armas, sino con hombres. Un joven movimiento que se impone como finalidad la reconstrucción del Estado alemán con soberanía propia, debe por entero concentrar su actividad en la tarea de ganar la adhesión de las masas. La joven generación intelectual alemana que en otoño de 1914 cayera en las llanuras de Flandes debió después hacer enorme falta. Había sido pues la élite de la nación y su pérdida no fue posible compensarla en el curso de toda la guerra. No solamente la lucha es irrealizable cuando los batallones que se lanzan al ataque no cuentan en sus filas con la masa obrera, sino que resulta también utópica la preparación de carácter técnico sin la espontánea cohesión interior del organismo nacional.
   Fue por eso por lo que ya en el año 1919 Hitler se  halló persuadido de que el nuevo movimiento debía lograr previamente como objetivo capital, la nacionalización de las masas. De ahí resultaron, desde el punto de vista táctico, una serie de postulados:
   1º Ningún sacrificio social resultará demasiado grande, cuando se trate de ganar a las masas para la obra del resurgimiento nacional. Quiere esto decir que un movimiento que aspira a reincorporar al obrero de Alemania al seno del pueblo alemán, tampoco debe detenerse ante sacrificios económicos, mientras éstos no impliquen una amenazar para la autonomía y la conservación de la economía nacional.

   2º La educación nacional de la gran masa puede llevarse a cabo únicamente en forma indirecta, mediante un mejoramiento social, ya que sólo gracias a éste, son susceptibles de crearse aquellas condiciones económicas que permitan al individuo participar del acervo cultural de la nación

  3ºLa gran masa de un pueblo no está constituida por profesores ni diplomáticos. Quién se proponga ganar a las masas, debe conocer la llave que le abra la puerta de su corazón. Esa llave no se llama objetividad, esto es, debilidad, sino voluntad y fuerza.

  4º La gran masa no es más que una parte de la Naturaleza y no cabe en su mentalidad comprender el mutuo apretón de manos entre hombres que afirman perseguir objetivos contrapuestos. Lo que la masa quiere es el triunfo del más fuerte y la destrucción del débil o su incondicional sometimiento.

  5º La incorporación en la comunidad nacional, o simplemente en el Estado, de un grupo convertido en clase social, no se produce por el descenso de nivel de las clases superiores existentes, sino por la exaltación de las esferas inferiores Tampoco pueden ser gestoras de este proceso las clases superiores; eso está reservado sólo a las clases inferiores que luchan por su derecho de igualdad. La burguesía actual no llegó a engranarse en el Estado por obra de la nobleza, sino gracias a su propio esfuerzo y a su propia directiva.

  6º Este criterio nuestro unilateral, pero justamente por eso, claramente definido, tienen que revelarse también en la propaganda del movimiento, aparte de que es indispensable por razones de la propaganda misma. La propaganda tiene que responder en su forma y en su fondo al nivel cultural de la masa, y la eficacia de sus métodos deberá apreciarse exclusivamente por el éxito obtenido.

  7ºJamás se alcanzará el objetivo de un movimiento político de reforma por medio de una labor de difusión meramente informativa o llegando a influenciar a los poderes dominantes, sino únicamente mediante la posesión del mando político

  8º El nuevo movimiento es antiparlamentario por su carácter y por la índole de su organización; es decir que en general, así como dentro de su propia estructura, rechaza el principio de decisión por mayoría, principio que degrada al Führer a la condición de simple ejecutor de la voluntad y de la opinión de los demás.

  9ºEl movimiento no ve su cometido en la restauración de una forma determinada de gobierno en oposición a alguna otra. Sino en el establecimiento de aquellos principios fundamentales, sin los cuales, ni monarquía ni república pueden contar con una existencia garantizada. No es su intención fundar una monarquía o consolidar una república, sino crear un Estado germánico.

  10º La cuestión de la organización interna del movimiento es cuestión convencional y no de principio. No es la mejor aquella organización que interpone entre la jefatura del movimiento y sus prosélitos un aparatoso sistema intermediario, sino la que se sirve del menos complicado mecanismo; pues no debe olvidarse que la tarea de organización consiste en transmitir a un cúmulo de hombres una determinada idea, que primero surgió en la mente de uno solo-y velar a su vez por la aplicación práctica de la misma

  11º El futuro de un movimiento depende del fanatismo, si se quiere, de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa como la única justa y la impongan frente a otros movimientos de índole semejante

  12º Los secuaces de nuestro movimiento no deben temer el odio ni las vociferaciones de los  enemigos de nuestra nacionalidad y de nuestra ideología; por el contrario, deberán más bien ansiarlas.

  13º Nuestro movimiento está obligado a fomentar por todos los medios el respeto a la personalidad. No debe olvidarse que el valor de todo lo humano radica en el valor de la personalidad; que toda idea y que toda acción son el fruto dela capacidad creadora de un hombre y que, finalmente, la admiración por la grandeza de la personalidad, representa no sólo un tributo de reconocimiento para ésta, sino también un vínculo que une a los que sienten gratitud hacia ella.

   Después de estos  postulados, el partido organizo asambleas que se celebraban cada quince días, al principio fue difícil para los organizadores del partido, pues no había respuesta a las invitaciones de la asamblea, y siempre acudían solo los 7 representantes del partido,  pero después se procuró con intensidad dar difusión del movimiento.  Entre tanto, el número de los que frecuentaban las asambleas había ascendido a más de 200 y el éxito fue brillante lo mismo en el aspecto exterior, que en el orden económico. Quince días más tarde, la cifra había subido a más de 400.
   
A principios del año 1920 Hitler  indujo  a organizar el primer mitin. El presidente del partido, señor Harrer, creía no poder apoyar su iniciativa en cuanto al momento elegido y se decidió en consecuencia, como hombre correcto y honrado, a dejar la presidencia. Antón Drexler fue el sucesor; Hitler  personalmente me había reservado la organización de la propaganda, poniéndome resueltamente a la obra.Para el 4 de febrero de aquel año quedó fijada la fecha de realización de la primera gran asamblea popular del movimiento, todavía casi desconocido hasta entonces. Los preparativos los dirigió el mismo Adolfo Hitler.